Mark Twain dijo una vez que “la sandía es el principal de los lujos de este mundo”. Y no le faltaba razón. Refrescante y con toques a hierba, este fruto primo lejano del pepino y el melón tiene su origen en el norte de África. Su consumo se remonta a los egipcios, quienes ya la conocían, extendiéndose su uso al resto de países de la cuenca mediterránea. Se trata de una de las frutas más extendidas en el mundo, doblando su producción al de los melones.
Quienes no hayan tenido el privilegio de pasearse por un campo de sandías, deben saber que éstas provienen de una planta rastrera que no levanta más de dos palmos del suelo. El fruto de la planta, de gran tamaño, alberga las semillas rodeadas de un tejido placentario de color rojo comestible, de sabor dulce y consistencia crujiente pero tierna.
Si bien las variedades tradicionales de sandía tienen semillas de color negro en los últimos años han aparecido variedades sin pepitas. Sin embargo, si lo que se busca es sabor, aquellas con pepitas saben mejor que las que no tienen. Curiosamente, en este último caso las pepitas están sin desarrollar, de ahí que sean pequeñas, blandas y blancas. Estas variedades se empezaron a cultivar en Japón en los años treinta.
La sandía no desarrolla más sabor una vez recolectada, por lo que la mejor época para el consumo de este fruto es el verano y principios de otoño, aunque también se cultiva en invernadero con lo que puede estar disponible todo el año.
La sandía viene a ser la variedad frutal que más cantidad de agua posee, perteneciendo a la familia de las cucurbitáceas. En la actualidad pueden identificarse más de cincuenta especies diferentes.
Su pulpa posee un color rosado intenso y al ser sumamente dulce y refrescante, se trata de una fruta ideal para ser tomada en verano.
Principalmente al ser una fruta que prácticamente es agua, ésta se transforma en un gran rehidratante, sobretodo en el verano, al ser la temporada cuando más liquido se debe consumir.
Aporta sales minerales (entre los que caben destacar el magnesio y potasio), y dentro de su composición encontramos la presencia de licopeno, una sustancia que, cuando se encuentra en abundancia en el torrente sanguíneo, juega un papel ciertamente importante en lo que se refiere a la neutralización de los radicales libres.
Para quienes sufran de retención de líquidos debido a ácido úrico elevado o cálculos renales (incluyendo además presión alterial alta), la sandía es capaz de estimular la diuresis. Especialmente por una cuestión a tener en cuenta: dos tajadas medianas equivalen a un vaso de agua.
Pero sus virtudes no acaban ahí, dado que también se trata de una fruta indicada cuando comemos y bebemos en exceso, dado que nos ayuda a que nuestro organismo se depure, favoreciendo así la eliminación de sustancias tóxicas a través de la orina.
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